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Empresa

Vacunas contra el rebrote del desempleo

  • 26 de marzo de 2021
  • 4 min

Recuperar la economía y el empleo fagocitado por la pandemia de coronavirus no será tarea fácil. El reto requiere la puesta en marcha de medidas urgentes que eviten el enquistamiento de este fenómeno.

La pandemia continúa pasando factura en España. Lejos de ser un bache temporal, la grave crisis económica y social derivada de la emergencia sanitaria está siendo mucho más profunda y prolongada de lo que nadie podía prever en un primer momento.

El coronavirus ha impactado de lleno en la línea de flotación de la economía española. El zarpazo que supuso el confinamiento y las restricciones impuestas a la actividad desde mediados de marzo para contener la propagación de la epidemia, junto a una reapertura que no termina de arrancar en un entorno incierto de nueva normalidad, explican, en buena medida, este desmoronamiento. En junio, la caída acumulada del PIB alcanzaba el 22%, un derrumbe histórico sin precedentes. El tejido productivo y el empleo no escapan a esta envolvente negativa.

Los malos resultados en todos los indicadores han empujado a España a una recesión. Un desplome de actividad y facturación, un desempleo elevado, la caída del ingreso promedio, desigualdades más acusadas y un mayor endeudamiento público enturbian el panorama.

El empleo continúa en la UCI

La naturaleza atípica de la crisis, su intensidad y afectación a la práctica totalidad de sectores económicos, dibujan un maltrecho mercado laboral, que sigue en horas bajas. Tras la declaración del estado de alarma el 14 de marzo, España ha sufrido la destrucción de empleo más rápida vista hasta la fecha. En el segundo trimestre se perdieron 1,074 millones de puestos de trabajo, cifra que no recoge el cese temporal de actividad producto de los expedientes de regulación temporal de empleo; y la ocupación se situaba en 18,6 millones de trabajadores, el peor registro desde 2017.

Recién salidos del horno, los datos de septiembre -los mejores desde 1996- suscitan cierto optimismo, gracias a un descenso del 0,7% en el número de parados (23.329 personas) registrados en el Servicio Público de Empleo Estatal y un aumento de 84.013 cotizantes a la Seguridad Social (hasta 18.876.389 afiliados), fruto, en parte, del empuje de la contratación de personal sanitario y educativo. De esta forma, el total desempleados se sitúa en 3,77 millones de personas y más de 700.000 trabajadores mantienen sus empleos suspendidos en ERTEs.

En el caso de Asturias, septiembre ha supuesto un punto de inflexión a tres meses consecutivos de descenso del paro. Con la finalización de la temporada estival, el desempleo ha repuntado un 0,92% (708 personas) en el Principado, hasta contabilizar 78.006 parados inscritos en el SEPEPA, mientras que las afiliaciones a la Seguridad Social han bajado un 1,31%, lo que se traduce en 4.775 puestos de trabajo menos. El número de ocupados en la región se sitúa en 359.016 trabajadores. Los expedientes de regulación temporal de empleo superan los 9.000 en el mes de referencia.

A pesar del avance observado para el conjunto del país, es pronto para lanzar las campanas al vuelo. Todavía queda mucho camino por recorrer para superar el deterioro y conseguir que el mercado de trabajo retorne a niveles precovid. La gran mayoría de expertos coincide en señalar que el impacto de la crisis será dilatado. La recuperación, muy compleja. El shock sobre el empleo podría superar, según muchos analistas, las aciagas consecuencias del crack de 2008, cuyos efectos se dejaron sentir hasta 2013. El tiempo dirá.

Antídotos contra el desempleo

El batacazo económico de la Covid-19 ha evidenciado algunas de las debilidades sistémicas del mercado laboral español, círculos viciosos entre los que destacan una estructura ocupacional muy concentrada en el sector servicios (comercio minorista, turismo, hostelería y restauración, construcción…), una excesiva estacionalidad, temporalidad y rotación, la elevada tasa de desempleo de larga duración, un paro juvenil por las nubes, la brecha de género en la población ocupada, la necesidad de recualificación para adaptar la demanda y la oferta del mercado laboral, etc. Motivos todos ellos que, junto a la pérdida de actividad, abocan a pensar en una reactivación que no será inmediata.

Gran parte de la población se enfrenta al que, probablemente, sea el desafío más complicado de sus vidas: encontrar trabajo en medio de una pandemia global. Para muchos de ellos, el futuro se pinta con desesperanza. ¿Hasta dónde crecerá el paro en días de coronavirus? ¿Se cronificará esta situación en tiempos poscovid? ¿Qué medidas habría que poner en marcha para evitar un estancamiento de este fenómeno?

Por su parte, en este escenario de descenso generalizado de la actividad productiva, la comunidad empresarial debe abordar una serie de retos para sortear esta situación adversa motivada por el impacto frontal del virus y minimizar sus consecuencias negativas. Entre otros, amoldar sus procesos adaptándose al nuevo contexto, con el objetivo de mantener la operatividad y asegurar la productividad; conservar su estabilidad financiera para no verse abocados a un cierre definitivo del negocio; o gestionar aspectos como el teletrabajo y la salud de los empleados en sus puestos.

Ahora, cunde la idea de que han de implementarse, con urgencia, fórmulas y actuaciones específicas que espoleen la contratación y eviten que la economía española se descuelgue en la creación de empleo respeto a otros países de nuestro entorno. Entre otras ‘recetas’ a aplicar, destacan:

  • Para empezar, una propuesta de naturaleza macroeconómica, que pasa por diseñar una política de gasto más expansiva, movilizando las ayudas comunitarias (21.300 millones de euros del fondo europeo contra el paro) para la reconstrucción nacional. En este sentido, resulta prioritario mantener los estímulos al mercado de trabajo y el fomento del empleo estable y de calidad, apuntalando los flujos de financiación a empresas y particulares.
  • Implementar medidas enfocadas a prestar mayor apoyo a las empresas que potencien la creación y el mantenimiento del empleo, fomentar la flexibilidad, adaptar la regulación a las nuevas tendencias surgidas en el ámbito de la organización de la producción y el trabajo, alentar políticas activas de intermediación e inserción sociolaboral, programas educativos y formativos…
  • La transformación y diversificación de la economía sienta las bases para estimular diversos ámbitos de actividad y diseñar nuevos planes sectoriales que prioricen otros rubros, intensivos en conocimiento y llamados a desempeñar un mayor protagonismo en el futuro (TIC, ciencia e ingeniería, industria competitiva, construcción innovadora, energías verdes, sanidad, cuidados, educación, etc.).
  • Digitalización. Un proceso fundamental para hacer evolucionar los negocios y la sociedad en general, apostando por un modelo económico y productivo más tecnológico y tecnificado, moderno, resiliente y con mayor capacidad para esquivar crisis potenciales. En esta dinámica, cobra importancia la apuesta por sectores y servicios relacionados con el tratamiento de datos e información (servicios financieros, telecomunicaciones, programación y análisis, etc.).
  • En un contexto de transformación digital al alza, el trabajo a distancia está siendo, sin duda, una de las grandes novedades que nos deja la pandemia. Una fórmula que, según todo apunta, ha llegado para quedarse. Esta modalidad, cuyo desarrollo normativo está contemplado en la nueva Ley del teletrabajo, ha sido un golpe de efecto clave para evitar que la economía se paralizase por completo durante el confinamiento, reportando grandes beneficios para empresa y empleados.
  • Invertir mayores recursos en formación, reciclaje y orientación laboral, estableciendo itinerarios con los que fortalecer la empleabilidad de los trabajadores y demandantes de empleo, reactivarlos y potenciar sus competencias y habilidades –en especial, aquellos con menor cualificación profesional y más difícil recolocación-. La alfabetización digital será determinante.
  • Promover mecanismos que protejan e impulsen la inclusión laboral de los grupos vulnerables y desfavorecidos socioeconómicamente (mujeres, personas con discapacidad, jóvenes, mayores de 45 años, parados de larga duración…).

La crisis del coronavirus nos dejará una economía muy distinta a la que conocíamos antes de la irrupción de la pandemia. En estas circunstancias, el mercado laboral debe reaccionar con determinación, reinventarse y sacar a relucir sus fortalezas para afrontar el enorme reto que supone proteger los puestos de trabajo, preservar los ingresos de las personas y evitar una mayor polarización de la sociedad.

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