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Empresa

El reto urgente e inaplazable de la reindustrialización asturiana

  • 23 de marzo de 2021
  • 4 min

El Principado se encuentra ante el desafío de impulsar un nuevo rearme industrial, enfocando su modelo productivo hacia actividades intensivas en el uso de tecnología, más sostenibles y con mayor crecimiento potencial.

El Principado de Asturias es una región con marcado acento industrial, con una importante tradición en este campo, herencia directa de su historia minera y siderúrgica, la más importante de España. En la actualidad, el sector secundario detenta un peso esencial en el territorio, representando el 17,4 % del PIB (la industria manufacturera es responsable del 12,7 %), el 19,18 % del valor añadido bruto, una cifra de negocios superior a 14.660 millones de euros, 3.560 empresas aproximadamente y del orden de 54.600 puestos de trabajo directos.

Un protagonismo que trasciende su propio desempeño en términos de producción, empleo y valor agregado gracias, en buena medida, a su efecto multiplicador o tractor respecto al resto de rubros de actividad. Al efecto arrastre que tiene sobre la economía local; a su contribución, directa e indirecta, en la generación de ingresos, de riqueza y desarrollo económico; como vector de innovación e internacionalización. En definitiva, un mecanismo esencial para construir una sociedad más moderna y avanzada.

El ‘macrosector’ industrial asturiano engloba en su seno ramas de actividad de gran calado y repercusión económica, como son, entre otros, los capítulos siderometalúrgico, energético y minero, muy intensivos en capital y en mano de obra; el sector del metal (fabricación de bienes de equipo, naval, de construcción de vehículos militares…); el agroalimentario y de bebidas; la industria química, farmacéutica y papelera; la nanotecnología, industria refractaria y materiales avanzados, etc.

Sin embargo, en los últimos años, el Principado atraviesa un momento complicado, experimentando una pérdida de dinamismo industrial que afecta directamente a algunas de las ramas que sustentan este ecosistema. Un desgaste teñido por diversos condicionantes, entre los que figuran un interminable proceso de reconversión, que continúa martilleando sobre sus sectores más tradicionales (el extractivo y de producción de materias primas, el energético, la fundición o los productos metálicos); recortes de la producción –acentuados con la pandemia-, la atonía de la demanda y un coste energético por las nubes que penaliza a las factorías electrointensivas, parte capital de este conglomerado.

Ahora, en días de coronavirus, en una etapa de tránsito imparable hacia la descarbonización, es momento de calibrar el punto de mira y fijarlo sobre la recuperación de la actividad industrial como motor de crecimiento económico y acicate laboral. Es hora de apostar por una mejora de la competitividad, un refuerzo de la capacidad tecnológica y de la internacionalización para ganar músculo y preservar la identidad industrial.

Un paso al frente

Asturias se encuentra, nuevamente, en una encrucijada, en un punto de no retorno camino a la reinvención. Sobre el terreno, la industria tiene que encarar varios retos, todos ellos complejos, para asegurar la supervivencia de varios capítulos económicos, avanzar en la recuperación y lograr, entre otras metas, mantener su estatus de polo industrial y de generación energética, un incremento de su productividad, la creación de empleo de calidad, estable y bien remunerado; o la mejora de su competitividad fuera de nuestras fronteras.

La transición energética y la progresiva descarbonización de la economía condicionan sobremanera el devenir de Asturias. La hoja de ruta pasa, en gran medida, por acompasar los objetivos globales de este proceso a la propia realidad territorial, logrando que sea más justa. Por conseguir que los cambios hacia un marco energético verde, sostenible y eficiente (la paulatina sustitución de los combustibles fósiles por fuentes alternativas o el elevado precio de los derechos de emisión de CO2 a la atmósfera) no comprometan la competitividad del conglomerado industrial, pilar económico de la región.

Sin duda, uno de los grandes frentes abiertos en esta metamorfosis está indisolublemente ligado a los altos costes energéticos que soportan las compañías electrointensivas e hiperelectrointensivas (gigantes de la talla de ArcelorMittal, Asturiana de Zinc, Alcoa o Hunosa…), una de las señas de identidad de la industria local, cuya viabilidad está asociada, de manera indefectible, al precio de la luz.

En este sentido, resulta perentoria la aprobación urgente de un ‘Estatuto del Consumidor Electrointensivo’ para las grandes industrias cuyos procesos productivos requieren altísimos consumos de electricidad. Un marco legal de referencia para abaratar la factura de luz, con el que rebajar un sobrecoste que castiga su competitividad, y cuya dotación presupuestaria, por el momento, se ha pospuesto hasta 2021. Así como la puesta en marcha de una política energética comunitaria armonizada que, junto a otras medidas de regulación, permita operar con las mismas reglas y en igualdad de condiciones respecto a los competidores europeos.

Esa naturaleza electrointensiva de la industria pesada asturiana guarda una estrecha relación con otro importante factor que marcará su desarrollo a medio y largo plazo: el viraje hacia una mayor penetración de la generación renovable en el mix energético, apostando por proyectos relacionados con la energía eólica, la biomasa, la solar fotovoltaica, la geotermia, la valorización energética de residuos, iniciativas de redes inteligentes y almacenamiento eléctrico a gran escala, etc.

Asturias tiene que impeler un giro radical al que ha sido el catalizador económico de su proceso productivo (su otrora dependencia del carbón), dejando poco a poco de lado un combustible fósil altamente contaminante para subirse al carro de la neutralidad climática prevista para 2050.

Un desafío que, a su vez, es una semilla de oportunidad. Dentro de este contexto de cambio estructural hacia un modelo bajo en carbono, Asturias puede obtener un gran rédito económico, laboral, energético y socioambiental. Por un lado, los abundantes recursos renovables en su territorio pueden cristalizar en nuevas instalaciones para su aprovechamiento, generando electricidad a un menor coste. Del otro, su potente base industrial puede hacer de la comunidad la punta de lanza para la fabricación de equipos y componentes renovables, al tiempo que atrae nuevos negocios y emprendimientos relacionados con la transición ecológica.

Una transición industrial y medioambiental, más sostenible, que demandará un gran esfuerzo inversor, tecnológico y formativo-laboral. La inyección de recursos económicos con los que poner en marchas alternativas a las reconversiones iniciadas y a los cierres de explotaciones mineras, centrales térmicas de carbón y plantas siderúrgicas, posibilitando que la pérdida de trabajo en las comarcas mineras se convierta en oportunidades laborales en el ecosistema renovable.

En este cometido, será fundamental el diseño de políticas activas de empleo que faciliten la inserción, el reciclaje, la especialización profesional, la configuración de nuevos perfiles y la atracción de talento. La ayuda de Bruselas –y su Fondo Europeo de Recuperación- resultará concluyente para caminar por esta senda con paso firme.

De este modo, el impulso de las energías limpias y de la economía circular (las ‘tres erres’: reducir, reciclar y reutilizar) en los procesos productivos tiene visos de convertirse en un elemento clave de la reactivación económica poscovid, con un gran impacto positivo a nivel territorial. A la mejora medioambiental implícita, de eficiencia energética y de cumplimiento de metas de sostenibilidad, deben sumarse, pues, su potencial generador de empleo, de crecimiento inteligente y de actividad económica, con los consiguientes beneficios en materia de competitividad para la industria y el conjunto de la economía.

Internacionalización, innovación y transformación digital

A vueltas con la competitividad, otro de los grandes desafíos que afronta el sector industrial tiene que ver con la necesidad de adaptarse a la evolución de los mercados exteriores, actuando estratégicamente para mejorar su capacidad para competir en un tablero globalizado. En este quehacer será esencial la optimización de sus procesos de producción y la adaptación a una demanda cambiante. La salida al exterior de sus empresas, buscar nuevas vías de negocio promoviendo la exportación y la internacionalización de bienes con alto valor añadido. En este punto, de nuevo, la industria debe ser la cabeza tractora para el resto de los segmentos de la cadena de valor.

En el marco de esta estrategia de reactivación económica, en la que el sector industrial tiene que servirse, una vez más, de su capacidad innovadora y de su potencial de arrastre de otros sectores, la ciencia y la investigación deberán ocupar un lugar primordial. La industria desempeña un papel esencial en el impulso y la mejora de la economía del conocimiento, en el gasto en investigación y desarrollo. Para ello, es necesario un esfuerzo conjunto, público y privado, para elevar la inversión en I+D+i (del 0,8 % del PIB regional en 2018, lejos del 1,24 % nacional y del 2% de media de la UE).

Paralelamente, en la era de la cuarta revolución industrial, una digitalización acelerada y el uso de TIC avanzadas en la ejecución de nuevos proyectos empresariales, de procesos productivos innovadores y actividades con mayor potencial (energías verdes, nanomateriales, sector tecnológico y biosanitario, movilidad sostenible, etc.) están llamados a convertirse en factores estratégicos de competitividad, contribuyendo a maximizar el aprovechamiento de las capacidades regionales.

La crisis dejará profundas cicatrices, muchas dudas y también alguna certeza. Entre las evidencias más patentes, la necesidad improrrogable por parte de la industria asturiana de amoldarse a la nueva realidad. Rearmarse para superar problemas estructurales precovid y convertirse, sobre la base de una transformación adaptada a un nuevo paradigma digitalizado y sostenible, en un sector fuerte, moderno y resiliente capaz de generar empleo, riqueza y valor añadido.

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