Saltar navegación. Ir directamente al contenido principal

Comienza el contenido principal

Es noticia

Autónomos: héroes silenciosos de la economía real

  • 27 de octubre de 2025

Ser autónomo en España es un acto de valentía, pues quienes sostienen la base de la economía enfrentan altos costes, burocracia e inseguridad, mientras reciben poca protección y apoyo, por lo que urge un pacto que garantice seguridad, estabilidad y respeto para el trabajo autónomo.

Ser autónomo en España sigue siendo un acto de valentía. Lo es porque cada mañana, quien levanta la persiana de su pequeño negocio o abre el portátil para atender a sus clientes, no sabe si a final de mes va a ganar, perder o simplemente sobrevivir. Y, aun así, lo hace. Porque detrás de cada autónomo hay un proyecto de vida, una familia y una enorme dosis de coraje.

España cuenta con más de 3,3 millones de trabajadores por cuenta propia, que representan en torno al 16 % del empleo total. Son la base del comercio local, de la hostelería, del transporte, de los talleres, de los servicios profesionales… En Asturias, son casi 70.000, y en muchos municipios son la única empresa posible. Sin embargo, su número lleva años estancado o en retroceso.
Según la Federación Nacional de Asociaciones de Trabajadores Autónomos (ATA), en lo que va de 2025 se han perdido más de 15.000 autónomos en toda España, y solo en el sector del comercio han tenido que cerrar más de 8.500 establecimientos.

Son cifras que retratan un problema estructural. No se trata solo de cuotas o reformas normativas, sino de una fatiga acumulada tras años de inestabilidad, inflación, burocracia y costes crecientes. El 65 % de los autónomos ha tenido que subir precios este año para compensar el incremento de costes, y casi el 40 % ha visto caer su facturación.

En este contexto, la reciente propuesta de subida de cotizaciones por ingresos reales fue la gota que colmó el vaso. El Gobierno llegó a plantear un incremento de las cuotas a partir de 2026, pero tras el rechazo generalizado del colectivo y de las principales asociaciones de autónomos, se vio obligado a rectificar y a proponer una congelación parcial.
Una medida positiva, sí, pero que deja intacta la sensación de fondo: se legisla de espaldas a la realidad.
No se puede pedir a quien factura poco que adelante una parte importante de sus ingresos en cuotas, y que además soporte inspecciones, modelos trimestrales y trámites digitales cada vez más complejos.

Porque el coste de ser autónomo hoy es elevado. Y la protección, muchas veces, escasa.
seis de cada diez autónomos que solicitan la prestación por cese de actividad —el equivalente al “paro” para los autónomos— ven denegada su solicitud. A pesar de pagar cada mes su cuota, la cobertura que reciben es muy inferior a la de los trabajadores asalariados.
Como decía el presidente de ATA, Lorenzo Amor: “No se puede pedir a un autónomo que cotice por un Ferrari y reciba prestaciones de un Panda.”

La incertidumbre constante está asfixiando a muchos profesionales. Porque no hablamos de grandes cifras macroeconómicas, sino de realidades cotidianas: del taxista que no puede renovar su vehículo, del peluquero que paga más de luz que de alquiler, o de la diseñadora que trabaja desde casa sin saber si el mes que viene tendrá encargos.
Cada vez que el cartel de “abierto” no se cuelga por la mañana, estamos ante una historia que se interrumpe y un empleo que ya no se creará.

Aun así, cada persona que decide hacerse autónoma en este país es, en cierto modo, un héroe silencioso. Porque emprender, crear o sostener un negocio en un entorno tan incierto no es solo una elección económica: es una declaración de confianza en sí mismo y en el territorio donde vive.

Desde FADE defendemos que España necesita un gran pacto por el trabajo autónomo, porque el actual modelo exige mucho y devuelve poco.
Las cargas son altas, la protección escasa y la burocracia interminable. No es sostenible que quienes más arriesgan sean, al mismo tiempo, quienes menos apoyo reciben.

Ese pacto debe construirse sobre tres pilares: seguridad, estabilidad y respeto.
Seguridad, para que las normas sean claras y las inspecciones, proporcionadas.
Estabilidad, para que no se cambien las reglas del juego cada pocos meses.
Y respeto, porque sin los autónomos no hay empleo, ni innovación, ni cohesión territorial.

Las asociaciones representativas, coinciden en que el sistema necesita revisión. La idea de vincular cuotas a ingresos reales es buena sobre el papel, pero la realidad del autónomo no es lineal ni previsible: sus ingresos fluctúan, los costes se disparan y muchas veces no pueden anticipar cuánto van a ingresar en un ejercicio. El resultado es un modelo que termina generando inseguridad y desconfianza, justo lo contrario de lo que pretendía.

A eso se añade la burocracia, que continúa siendo un lastre. Escuchamos una y otra vez: “Trabajo más horas para Hacienda que para mis clientes.” Formularios, licencias, declaraciones, notificaciones electrónicas… todo suma, todo resta energía. En lugar de facilitar, muchas veces el sistema parece diseñado para poner a prueba la paciencia del que emprende.

Asturias, con su tejido empresarial compuesto mayoritariamente por pymes y autónomos, no puede permitirse seguir perdiendo emprendedores. Cada autónomo que no abre hoy no deja solo un local vacío: deja sin servicio a su barrio, sin movimiento a su calle, sin oportunidades a su entorno. Y revertir eso exige más que ayudas puntuales: necesita una visión estratégica que combine formación, digitalización, simplificación administrativa y fiscalidad proporcionada.

Los autónomos no piden subsidios. Piden poder trabajar con dignidad. Y que cuando las instituciones hablen de reindustrialización, digitalización o competitividad, no se olviden de quienes sostienen la base de todo eso.

Porque proteger a los autónomos no es un gesto político. Es una apuesta por la economía real, la que se levanta temprano, la que no se puede deslocalizar, la que sostiene nuestras ciudades y pueblos.

Y si algo debería unirnos como sociedad es eso: el respeto hacia quienes arriesgan, crean y mantienen viva la actividad económica incluso cuando todo se complica.

Artículos relacionados

Fin del contenido principal

  • Inicio del contenido